viernes, 23 de septiembre de 2016

EXORCISMO PARA ALEJAR ESPÍRITUS MALIGNOS Y DIABÓLICOS

 
Sea alabado el Nombre del Señor,
no solo ahora, sino hasta el fin de los siglos:
 
Supliquemos a Cristo que nos ayude,
Y su nombre pronto nos auxiliará.

Os conjurarnos a todos y a cada uno de vosotros,
espíritus inmundos, potestades satánicas,
incursiones del infernal enemigo,
todas las legiones, todas las sectas,
todos los ejércitos diabólicos,
que en el nombre y virtud
de Nuestro Señor Jesucristo,
os desarraiguéis de cuajo
y huyáis bien lejos de la Iglesia de Dios
y de las almas criadas a imagen de Dios
y redimidas con la preciosa sangre
del Cordero Divino.
 
En adelante, jamás te atrevas,
astutísima serpiente,
a engañar al linaje humano,
a perseguir a la Iglesia de Dios,
a molestar y zarandear como trigo
a los escogidos de Dios.
 
Así te lo manda el Dios altísimo,
a quien, en tu gran soberbia,
todavía presumes ser semejante,
y que desea que todos los hombres se salven
y vengan al conocimiento de la verdad.
(1 Tim. II)
 
Mándatelo Dios Padre,
Mándatelo Dios Hijo.
Mándatelo Dios Espíritu Santo.
Mándatelo la majestad de Cristo,
Verbo eterno de Dios, hecho de carne,
que por la salvación de nuestro linaje,
perdido a causa de su perfidia,
humillóse a si mismo,
hecho obediente hasta la muerte.
(Phil II);
 
Y edificó su Iglesia sobre firme roca,
prometiendo que contra ella
jamás prevalecería el mal
todos los días hasta la consumación de los siglos.
(Matth ZZVIII, 20).
 
Mándatelo el sacramento de la Cruz,
y la virtud de todos los demás
misterios de la fe cristiana.
 
Mándatelo la sangre de los Mártires
y la piadosa intercesión de todos los Santos y Santas.

Con que dragón maldito,
legiones todas diabólicas,
os conjuramos por el Dios vivo,
por el Dios verdadero,
por el Dios santo,
por el Dios que hasta tal extremo...
amó al mundo,
que le dio a su Unigénito Hijo,
para que todo el que creyere en él no perezca,
sino que alcance la vida eterna
(Joan III).
 
Acaba de seducir a las humanas criaturas
y de proporcionarles el veneno
de la eterna perdición:
 
Cesa de dañar a la Iglesia
y de armar lazos a su libertad.
 
Apártate, Satanás, inventor
y maestro de todas las perfidias,
enemigo de la salvación de los hombres.
 
Deja obrar a Cristo,
en quien nada hallaste de tus obras;
deja obrar, a la Iglesia,
una santa, católica y apostólica
a la cual ganó el mismo Cristo con su sangre.
 
Humíllate bajo la poderosa mano de Dios;
estremécete y huye a la invocación
del santo y terrible Nombre de Jesús,
a quien tiemblan los infiernos
y están sujetas las virtudes y las potestades
y las Dominaciones de los cielos;
a quien los Querubines y Serafines
alaban en incesante coro, diciendo:
 
Santo, Santo, el Señor Dios de los ejércitos.

V. Señor escucha mi oración.
R. Y mi clamor llegue a tus oídos.
V. El Señor sea con vosotros.
R. Y también con tu espíritu.
 
 
 


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