Venid a mí todos los que estáis trabajados
y yo os salvaré.
Traed mi yugo sobre vosotros y aprended de mí,
que manso soy y humilde de corazón:
y hallaréis reposo para vuestras almas.
(San Mateo, cap. XI, v. 28, 29 y 30).
Todos los sufrimientos, miserias,
Todos los sufrimientos, miserias,
desengaños, dolores físicos
y pérdidas de seres queridos,
encuentran un consuelo en la fe del porvenir,
en la confianza y en la justicia de Dios
que Cristo vino a enseñar a los hombres.
Para el que nada espera
después de esta vida,
o que simplemente duda, al contrario,
las aflicciones caen sobre él con todo su peso
y ninguna esperanza
viene a endulzar su amargura.
Esto es lo que hizo decir a Jesús:
"venid a mí,
todos los que estáis trabajados
y cargados y yo os aliviaré".
Sin embargo, Jesús
Sin embargo, Jesús
pone una condición a su asistencia
y a la felicidad que promete a los afligidos,
esta condición está en la ley que enseña;
su yugo es la observación de esta ley,
pero aquél es ligero y éste suave,
puesto que impone por deber
el amor y la caridad.
Ten Piedad de mi Jesús mío,
alivia mis cargas y líbrame
de todos los trabajos que han realizado en mí,
sin mi consentimiento, a mis espaldas,
con el único propósito de dañarme.
Destierra de mí la enfermedad,
la angustia y la depresión
que estos trabajos me causan
y no dejes que sufra más
por las malas obras de mis enemigos.
Líbrame de hechizos, trabajos enviados,
de conjuros y malos ojos,
de envidias y malas lenguas,
alivia mis males Señor,
y no permitas que nunca más
vuelvan a recaer sobre mí.
Permite que mi yugo sea ligero,
y que pueda vivir mi vida
con tu protección y amparo,
llena de alegría y felicidad.
Amén
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