¡Oh, misterioso y buen espíritu
que mueves todos los hilos de nuestra vida
desciende hasta mi humilde morada
e ilumíname para conseguir
por medio de los secretos azares
el premio que ha de darme la fortuna
y con ella la felicidad y el bienestar
que recibirán mi cuerpo mi alma.
Observa mis intenciones y verás
que son puras, sanas y que van encaminadas
en bien y provecho mío y de me familia,
y de la humanidad en general.
Yo no ambiciono riquezas inmensas
para mostrarme egoísta o tirano;
deseo dinero para comprar la paz de mi alma,
la ventura de los que amo
y la prosperidad de mi esperanza.
¡Oh, Soberano Espíritu,
si tú crees que yo debo pasar todavía
muchos días sobre la tierra,
sufriendo las incomodidades
que el destino me reparta,
hágase tu voluntad,
yo me resigno a tu decreto
pero ten en cuenta mis sanos propósitos
en este momento en que te invoco
y la necesidad en que me encuentro,
y si está escrito en el libro de mí destino,
sean satisfactoriamente atendidos mis votos
que están expresados con toda sinceridad
en mi corazón y así te lo pido en esta plegaria.
Amén.
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